El pueblo de Merlo vivió la
semana anterior uno de sus momentos más difíciles, compartiendo el dolor de
vecinos y familiares de María Karina Flamenco, su marido y sus seis hijos,
todos fallecidos en el brutal incendio que iniciara, presuntamente, su ex
pareja Cristian “Moma” Méndez.
En este contexto, el Gobierno
Municipal de Merlo decretó dos días de duelo, donde se expresó el
acompañamiento a los familiares y allegados, además de ofrecer una recompensa
de veinticinco mil pesos a quienes pudieran colaborar con información que
ayudara a atrapar al principal sospechoso. El dolor de la ciudad fue infinito.
Sin embargo, en mitad de la
tragedia, de la angustia contenida, del mal ánimo general, la impotencia, el
dolor de todo un pueblo, globos amarillos ostentaban un incomprensible clima de
fiesta y algarabía.
Como si el país todo no hubiese
compartido la trágica noticia y, aun así, como si no se enteraran de la
realidad del suelo que visitaban, los Macri arribaron a Merlo vendiendo su merchandising
a mansalva, sin importarles del momento crítico que atravesaba el distrito. En
una actitud profundamente egoísta y negadora, a dos días de la tragedia,
intentaban ganarse el voto de un electorado desoyendo sus necesidades y su
dolor.
Nunca los globos hirieron tanto.
Pocas veces la falsedad se dejó ver tan clara. Pero, quizá, los vecinos
merlenses lograron demostrarlo con la falta de apoyo, con el simple acto de
ignorar una campaña que se les resfregaba en las narices, o con una frase que
nadie dijo, pero que estaba implícita en cada mirada, en cada consciencia… “Acá
no estamos de fiesta”.
Quizá, también los Macri nunca lo
notaron, y siguieron con su itinerario de ciudades a conquistar, donde los
ciudadanos son números (positivos o negativos) que a veces hablan, a veces
opinan y a veces les pasan cosas; pero lo que importa es a quién van a votar…
(ya entendimos).
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