jueves, 28 de noviembre de 2013

La imprudencia como arma

Luego del receso obligado, donde la presidente Cristina Kirchner delegó sus funciones oficiales a manos de Amado Boudou por causas de salud, diversos aspectos relacionados con el diálogo con los gremialistas y el consenso de ideas volvió a ser prioridad en la agenda presidencial.
Así fue que los dirigentes de la CGT, Antonio Caló, y de la CTA, Hugo Yasky, fueron citados a la Rosada para un encuentro formal con la mandataria y el flamante Jefe de Gabinete.
Sin embargo, quien esperaba en vano su correspondiente invitación fue el líder de la CGT opositora, Hugo Moyano quien, como de costumbre, prorrumpió en improperios (y hechando mano a una frase popular) sangrando por la herida.

Obviamente, luego de aclarar a la prensa que “hubiera participado del cónclave si me hubiesen invitado”, Moyano no disimuló su enojo por haber sido ignorado para esta reunión.
Allí fue donde las palabras fueron menos astutas que el pensamiento, y el dirigente incurrió una vez más en pronunciar palabras desatinadas e hirientes –y no sólo para quienes iban dirigidas, sino para quienes en realidad sufren problemas similares-: “Tienen una reducción cerebral”, aseguró. Tristemente, en épocas donde intentamos concientizarnos de la responsabilidad de nuestras propias palabras, suenan pronunciados con liviandad y hasta violentos algunos discursos que todavía debemos escuchar. Políticos que aun en el siglo XXI agreden a sus adversarios apelando a discapacidades. Ellos son quienes nos representan.
“Por supuesto que hubiera ido a la Casa Rosada si me invitan. No podemos negarnos, sino estaríamos haciendo lo mismo que criticamos o seríamos soberbios, autistas", concluyó en diálogo con Radio 10.

Autistas, retrasados o en plena función de nuestras capacidades mentales, es un acto que debemos repudiar. Aquellos “representantes del pueblo” que aun no aprenden que la palabra hiere, y que la ignorancia propia, a veces, es mucho más peligrosa que el mejor contrincante.

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